Como describirlo. Un hijo no reconocido, fotografías con la mafia y grandes fiestas con cocaína: es increíble que Diego Maradona haya tenido tiempo de convertirse en el mejor futbolista de su generación. Pese a ello será recordado como el mejor jugador de futbol en la historia, sólo comparado con el gran Pelé. Y su fama, lo volvió eterno.
En Argentina lo es todo, para muchos es un Dios, por eso cuando empezaron a rendirle culto muchos coincidían en su divinidad. Los argentinos se levantan o despiertan hablando de futbol y se duermen hablando de lo mismo. Su paso terrenal del “Pelusa” como le decían a Diego, simplemente lo inmortalizó.
Muchos cronistas deportivos en Europa, aseguran que el principal logro de Diego fue sacar campeón al Napoli, un equipo de perfil bajo en la liga italiana; mientras que los argentinos recordaran el Mundial de 1986 y por supuesto la “mano de Dios”, apelativo al gol que metió a los ingleses en ese mundial, saltando y literalmente con la mano, venciendo en el brinco al guardameta.
Mucha es la expectativa por las determinaciones que asuma el nuevo presidente, que desde los Demócratas tiene que cumplir sus promesas electorales, entre ellas ser la esperanza de los migrantes. Ni bien se sentó en la silla presidencial, presentó al Congreso un ambicioso plan de legalización de la población indocumentada, aunque dependerá del Capitolio para que las medidas sean sostenidas en el tiempo, de momento firmó medidas ejecutivas para proteger a los “dreamers”.
A lo largo de su vida, Diego Armando Maradona ganó 11 títulos como jugador, dos de ellos con Argentina: la Copa Mundial de la FIFA de 1986, y el Mundial Juvenil de 1979. Además, levantó 5 trofeos con el Nápoles italiano, entre ellos dos Scudettos y la Copa de la UEFA de 1989; además 3 títulos con FC Barcelona y por supuesto el campeonato con Boca Juniors.
La historia de Maradona de drogas, favores y traiciones con la Camorra empieza en 1984, cuando llega al Nápoles. El club antes de la llegada de Diego estaba endeudado y el anuncio de que le pagarían 10 millones de euros, era simplemente una fantasía, una cifra récord por la época. Además, el equipo era el resumen de pobreza en el campeonato.
Rápidamente se levantaron sospechas que le pagarían con dinero de la mafia italiana. Cuando llego al Napoli realizaron una conferencia de prensa, ahí le preguntaron al Pelusa si conocía sobre la influencia de estas organizaciones ilegales en el futbol, él no respondió y el periodista fue desalojado casi inmediatamente después de hacer la pregunta. Muchos se preguntaron porque la ciudad más pobre de Europa, puede pagar al jugador más caro del mundo.
Diego siempre negó su vínculo con la mafia: «Nunca pedí nada a la Camorra, me dieron la seguridad de saber que no le ocurriría nada a mis dos hijas», dijo el propio Maradona en una entrevista el año 2017.
Su amistad con el capo de los Giuliano, Carmine Giuliano le atrapó en su adicción a la cocaína que cada vez iba a más. Entre comidas de lujo, bandejas de polvo blanco y prostitutas, Maradona se enganchó al ambiente de la mafia. Paralelamente, en el campo, con la pelota, era el mejor. Tras dos temporadas de adaptación, Maradona llevó al Nápoles a su era dorada, ganando el Scudetto, la Copa y la UEFA.
Como una estrella del rock de los 80, las semanas de Maradona se dividían en dos: de lunes a miércoles, fiestas y excesos y de jueves a domingo, desintoxicación y fútbol. Su adicción a las drogas fue acompañada de su otro gran vicio: las mujeres. El negocio de las prostitutas pertenecía a la Camorra y, por ende, lo tenía al alcance de la mano siempre que quisiera.
Los problemas para Maradona comenzaron en 1989. Aquel año, para empezar, un grupo de delincuentes atracó el Banco de Nápoles, lugar elegido por el ‘Diez’ para guardar algunas de sus piezas más preciadas. En el robo, Diego perdió la gran mayoría de los objetos que allí guardaba, entre ellos, varios relojes de lujo y su Balón de Oro del Mundial de 1986.
Contactó con un líder de la Camorra, Salvatore Lo Russo, para recuperar sus objetos, como reconocería hace unos años el propio mafioso. Nunca se encontraron los relojes ni tampoco el Balón de Oro. Lo Russo sí dio con el clan que había ejecutado el robo, pero solo pudo confirmar que habían fundido el trofeo del argentino para después vender en el mercado negro los lingotes de oro.
Aquel año también se empezó a resquebrajar su relación con el Nápoles. La pasión que levantaba en la ciudad y su consiguiente atención mediática le agotaron y quiso coger las maletas. Llegó a un acuerdo con el Olympique de Marsella, pero a última hora Ferlaino, dueño del club italiano, echó abajo la operación.
Tras crecer la imagen mundial de Maradona, la Camorra se sentía acosada, los servicios de inteligencia que antes simplemente los miraban, comenzaron a interesarse más por lo que hacían; es por ello que decidieron alejarse del Pelusa y lo dejaron sólo con sus errores.
La Camorra se desvinculó de Diego y este tuvo que enfrentarse a un juicio por narcotráfico en el que lo condenaron a una pena de 14 meses de cárcel, que no cumpliría. Los ultras napolitanos consiguieron que le sancionaran por consumo de cocaína, alejándose del campo durante año y medio. Maradona casi que tuvo que abandonar el país y fichó por el Sevilla. Durante ese tiempo que le prohibieron jugar, su consumo de cocaína se disparó y su aumento de peso se hizo evidente.
El argentino llevaba y solía mostrar con orgullo un tatuaje del líder de la Revolución Cubana, el también argentino Ernesto ‘Che’ Guevara. Pero a la isla lo unía, además, una profunda amistad con Fidel Castro, quien lo acogió en su país para que realizara un tratamiento de salud, entre el año 200 y 2005. El destino quiso que muriera el mismo día que su «comandante», como solía llamar Maradona a Castro, fallecido el 25 de noviembre, pero de 2016.
Su posición política también lo acercó a otros líderes latinoamericanos, como el expresidente venezolano Hugo Chávez, el líder boliviano Evo Morales, el exmandatario brasileño Luiz Inácio Lula da Silva o sus compatriotas Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner.
El apasionado apoyo de Diego Armando a los referentes del llamado Socialismo del Siglo 21 lo llevó a compartir un viaje en tren con Chávez y Morales, en 2005, cuando se realizó en la ciudad de Mar del Plata la recordada ‘contra cumbre’ o III Cumbre de los Pueblos, en la que se rechazó el tratado de libre comercio, conocido como ALCA, que excluía a Cuba.Ese acto se organizó en oposición a la Cumbre de las Américas, de la que participó el expresidente de EEUU George Bush.
«Todo lo que hagan Fidel y Chávez será para mí lo máximo en este mundo que quiere gobernar el asesino de Bush, el diablo, como le dijo el maestro», decía entonces Maradona, identificado políticamente a la izquierda.
Tras la muerte de Chávez, el argentino mantuvo su relación con el gobierno bolivariano de Venezuela a través de Nicolás Maduro, a quien incluso le ofreció ayuda para sobrellevar la crisis. «Diego nos ayudó en cosas secretas, para traer alimentos para el pueblo de Venezuela, eso lo puedo confesar hoy», reveló el Mandatario a la muerte del Pelusa.
Cuestionado, querido, amado y llorado así se recordará a Maradona en el tiempo. Un tipo que decía que nació en “un barrio privado” de Argentina. «Crecí en un barrio privado de Buenos Aires. Privado de luz, de agua, de teléfono», decía con ironía el año 2004, en una de sus frases más recordadas.
Diego Armando Maradona nacido en Villa Fiorito, un humilde barrio de la localidad bonaerense de Lomas de Zamora, el ídolo argentino murió a 60 años, nunca olvidó sus orígenes. Tal vez por eso, y a pesar de las fortunas que pudo ganar como jugador, siempre se expresó políticamente del lado de los pobres, en contra de la desigualdad y a favor de la justicia social.
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